La economía circular ha emergido como una estrategia esencial frente a los retos del cambio climático, la desigualdad social y la sostenibilidad de los sistemas productivos. Esta lógica, basada en el principio de reducir, reutilizar y reciclar, busca transformar los modelos lineales de producción en ciclos virtuosos de aprovechamiento continuo. En contextos de vulnerabilidad, esta visión cobra una dimensión social al integrarse con estrategias de desarrollo humano y justicia distributiva.
Holly Mercy, una iniciativa de la Pastoral Social de la Arquidócesis de Barranquilla, se presenta como modelo local de economía circular con enfoque solidario, orientado a la dignificación de personas en situación de pobreza y exclusión.
Holly Mercy surge en agosto de 2024 como respuesta pastoral a dos necesidades urgentes: el desperdicio de bienes en buen estado y la falta de acceso a productos esenciales en poblaciones vulnerables. Se trata de una boutique social que promueve el consumo responsable y solidario mediante la recolección, selección y redistribución de artículos donados, entre ellos ropa, calzado, electrodomésticos, mobiliario y enseres.
Esta tienda funciona diariamente en la sede del Secretariado de Pastoral Social, atendiendo tanto a personas remitidas por parroquias del norte de la ciudad como a usuarios caracterizados por los COPPAS (Comités Parroquiales de Pastoral Social).
En términos conceptuales, Holly Mercy se alinea con los principios de la economía circular descritos por la Fundación Ellen MacArthur (2013), que propone ciclos técnicos y biológicos cerrados como base para un sistema regenerativo. Además, incorpora elementos de la economía solidaria, centrada en la cooperación, el trabajo digno y el destino universal de los bienes (Razeto, 1993; Coraggio, 2009). Su funcionamiento también responde a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, especialmente en lo que respecta a la dignidad de la persona humana, la opción preferencial por los pobres y la subsidiariedad (Pontificio Consejo Justicia y Paz, 2004).
Durante su primer año de operación, Holly Mercy ha canalizado aproximadamente 300 millones de pesos en bienes redistribuidos, generando un impacto concreto en niños, familias y comunidades excluidas.
Esta cifra no solo representa un ahorro directo para los beneficiarios, sino también una reducción significativa del volumen de residuos sólidos urbanos, contribuyendo a la mitigación ambiental desde lo local. A su vez, el proyecto fomenta la corresponsabilidad ciudadana al involucrar a empresas, donantes individuales y voluntarios en las etapas de recolección y distribución.

Se han identificado impactos sociales claves, como el fortalecimiento del tejido social, la generación de conciencia ecológica, el acceso digno a productos esenciales y la promoción de una cultura de reutilización con sentido solidario. Asimismo, se abre un espacio de formación implícita en valores como el compartir, la responsabilidad y el cuidado de la casa común (Laudato Si’, 2015).
Conclusión
Holly Mercy representa una experiencia valiosa de integración entre economía circular, acción social y espiritualidad cristiana. Su enfoque local permite responder a problemáticas globales con herramientas sostenibles, participativas y culturalmente pertinentes. La experiencia reafirma que los principios de justicia, sostenibilidad y dignidad pueden materializarse desde lo cotidiano, inspirando nuevos modelos de intervención para instituciones eclesiales, organizaciones de base y actores de cooperación internacional.